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🎧 AudioQuin ✅ Amor Callado

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Julie Beckworth estaba encantada con su trabajo como secretaria en el hospital Sant Bravo, en Londres, de manera que se disgustó bastante cuando supo que su jefe, el viejo doctor Smythe, se retiraba. Tras los primeros momentos de pánico, se sintió aliviada al saber que el doctor van der Driesma, el sustituto de su jefe, estaba dispuesto a aceptarla como secretaria. Pero al conocerlo se llevó una sorpresa. Era mucho más joven y enérgico que el doctor Smythe y le hacía trabajar mucho más... ¡y todo ello lo habría aceptado gustosamente si al menos la hubiera llamado Julie, no señorita Beckworth con aquel frío tono de voz! Ambos sacaron conclusiones erróneas del otro... ¿Qué haría falta para que la verdad saliera a la luz?


Resumen...

EL DOCTOR Smythe se hallaba sentado tras su abarrotado escritorio, mirando por encima de las gafas a la joven que estaba sentada al otro lado. La joven alzó la vista de su cuaderno de notas y sonrió. El doctor se quitó las gafas, las limpió y volvió a ponérselas, se pasó la mano por su blanca cabellera y tiró con suavidad de su perilla. De lo contrario, nadie le dejaría retirarse, señor.

No voy a verme postrado en una cama, por supuesto, pero me temo que voy a tener que llevar una vida muy tranquila a partir de ahora, el doctor Smythe suspiró. Echaré de menos este lugar, y a ti, Julie. Yo también lo echaré de menos, doctor.

Todos mis asuntos van a quedar en manos del doctor van der Driesma, un holandés muy conocido en nuestro campo de la medicina. Lo sabe prácticamente todo sobre hematología -el doctor sonrió. Siento mucho que se retire, pero trataré de atender lo mejor posible al doctor como se llame. El doctor Smythe suspiró.

Julie acercó hacia el doctor una carpeta que se hallaba sobre el escritorio. Las leeré y luego te pediré que hagas un resumen el doctor Smythe rebuscó entre los papeles que se hallaban sobre el escritorio. Julie se levantó, alta y espléndida. Está aquí, bajo su codo, señor, dijo, colocándolo ante el médico.

El doctor Smythe tomó el informe y se fue a ver a sus pacientes. Ser secretaria de alguien tan importante como el doctor Smythe era un trabajo que no permitía descuidos. De momento, Julie sabía que debía dejar a un lado su preocupación por el hecho de saber que iba a tener que trabajar para otro médico al que tal vez no le gustara. El doctor Smythe no volvió a mencionar su marcha aquel día.

Julie escribió unas cartas que le dictó y luego fue a su pequeño despacho, adyacente al del doctor, donde revisó algunos informes, respondió al teléfono y mantuvo alejado a todo el que pretendió malgastar el valioso tiempo de su jefe. Julie aspiró el agradable aire de finales de septiembre y se encaminó hacia la cola del autobús. El hospital Sant Bravo estaba en Shoredict, y el viaje hasta su casa en Victoria Park sólo le llevó unos minutos. Al llegar al final, giró a la izquierda y tomó un pequeño sendero que llevaba a una sólida casa Victoriana, en la que entró por la puerta trasera.

Los lunes siempre lo son, señorita Julie. Julie tomó una rebanada de pan con mantequilla y se la metió en su bonita boca. Julie salió de la cocina, recorrió el pasillo y abrió la puerta de una habitación que se hallaba en el otro extremo de la casa. La señora Beckworth estaba sentada a la mesa, escribiendo, y apartó los papeles a un lado cuando Julie entró.

Luscombe va a traerla enseguida -Julie se sentó junto a su madre. Deberías divertirte más, Julie, dijo su madre inesperadamente. El doctor Smythe es un encanto dudó antes de continuar.
¿Dónde está, por cierto? preguntó Julie. Julie miró la tetera vacía. Esme ha pasado por aquí después del colegio y se ha llevado a Blotto. La madre de Julie frunció el ceño.

Estaba en la cocina cuando Esme llegó a casa, acompañada por el chico de los Thompson, Freddie, y Blotto, un perro peludo con una larga cola. Esme dio de comer al perro y luego, alentada por su hermana mayor, fue a hacer sus deberes. Y el sábado iremos a comprar ese palo de hockey, dijo Julie. Esme se arrojó en sus brazos.

Mientras se preparaba para meterse en la cama aquella noche, Julie dejó que sus pensamientos vagaran hacia el futuro. Además, un agente inmobiliario le había dicho a Julie que, si trataban de venderla, no obtendrían un buen precio. Julie suspiró y tomó el cepillo de pelo del tocador. Esperaba que el médico con el que iba a trabajar fuera tan agradable como el doctor Smythe.

Julie lo trataba pacientemente, acostumbrada a sus repentinos estallidos de mal genio. La última mañana, un viernes, mientras buscaba en el archivo unos informes que necesitaba el doctor, oyó que la puerta del despacho se abría y se volvió para ver quién era. El sueño de cualquier chica, pensó Julie, y, ya que aquel sueño la ignoró por completo y se encaminó hacia el despacho del doctor Smythe, volvió a ocuparse en el archivo. Pasa, Julie.

Quiero que conozcas a tu nuevo jefe, dijo el doctor Smythe desde su despacho. Julie entró, cerró la puerta cuidadosamente a sus espaldas y cruzó el despacho, alegrándose por una vez de ser alta y no tener que mirar a su nuevo jefe estirando el cuello. -El doctor van der Driesma, dijo el doctor Smythe. Julie alargó una mano y él se la estrechó brevemente.

Pero ella no estuvo tan segura como el doctor Smythe de que fueran a llevarse bien. Él no malgastó palabras, limitándose a asentir para volverse enseguida hacia el doctor Smythe. Me gustaría que repasáramos esos informes sobre la paciente que está en la sala de las mujeres, la señora Coilins. Ah, sí, tiene razón, Simón.

Julie volvió a su oficina y salió agradecida cuando llegó su descanso para tomar un café. Regresó de nuevo aquella tarde, mientras ella estaba sentada a su escritorio, organizando los últimos papeles. La puerta que separaba su oficina de la del doctor Smythe estaba abierta, pero Simón van der Driesma la cerró al entrar, haciendo que Julie se sentara muy erguida a la vez que murmuraba una explosiva palabra. El doctor Smythe había tenido incontables reuniones en su despacho con la puerta abierta.

Un mal comienzo, reflexionó Julie, tecleando en el ordenador con innecesaria fuerza. Me gustaría saber más sobre la señorita Beckworth, dijo el doctor van der Driesma. Por supuesto, Simón. Supongo que son pobres, pero Julie no es una chica dada a hablar de sus asuntos y a mí no se me ocurre preguntar.
¿Cuántos años tiene? preguntó Simón. Y, aunque ella no me lo hubiera dicho, los cotilleos en el hospital corren como la pólvora. Una joya, comentó Simón con ironía. El doctor van der Driesma no hizo ningún comentario a aquello.

Espero seguir viéndolo cuando se haya a retirado, señor. Simón se fue, añadiendo un insulto a la injuria cuando dejó la puerta abierta al salir. El doctor Smythe se había negado a que el hospital organizara una despedida oficial, pero sus amigos y colegas abarrotaron su despacho el sábado por la mañana. Julie no trabajaba los sábados, pero acudió de todas formas, manteniéndose discretamente en un segundo plano, preparando café, buscando sillas y respondiendo al teléfono, que no cesó de sonar.

Finalmente, todos los visitantes se fueron y sólo quedaron el doctor Smythe, su sucesor y Julie. Me voy, dijo Smythe. Te agradezco que hayas venido a echar una mano, Julie se acercó a ella y la besó en la mejilla. Julie estrechó la mano del doctor y notó su aspecto agotado.

Lo haré, doctor, dijo, a la vez que sacaba un libro de su bolso. Probablemente quería hablar con el doctor van der Driesma, pensó Julie, saliendo silenciosamente y cerrando la puerta. Estaba cruzando el patio del hospital cuando un Bentley color gris se detuvo junto a ella. Simón van der Driesma bajó de él.

Mi autobús zale de ahí mismo, pero gracias de todos modos, dijo Julie con amable frialdad, recordando la puerta cerrada. Entre, Simón habló con suavidad, pero también con una firmeza que no admitía discusión. Julie entró en el coche. Vive cerca de Victoria Park, ¿no? preguntó Simón cuando estuvo sentado frente al volante.

El doctor Smythe me ha dicho que su padre era médico general. Lo siento dijo Simón, y, extrañamente, Julie supo que lo sentía de verdad. -Creo que debería advertirle que probablemente yo trabaje a un ritmo más acelerado que el del doctor Smythe. Eso es de esperar dijo Julie secamente.

No, Si le hago trabajar demasiado, debe decírmelo, señorita Beckworth. Si el doctor Simón se sintió impresionado al ver la espaciosa casa rodeada por el jardín, no lo dejó entrever. Detuvo el coche y se bajó para abrir la puerta de Julie, cosa que la impresionó, aún contra su voluntad. Gracias, doctor dijo educadamente.

Estaré en la oficina el lunes a las nueve menos cuarto. Simón cerró la verja del jardín tras ella, consciente de los rostros que lo observaban desde distintas ventanas de la casa, esperó a que llegara a la puerta y luego entró en su coche y se alejó. Julie fue recibida en el vestíbulo por su madre, Esme y Luscombe. ¿Quién era ése? quiso saber su madre.

Además de llevar con ellos desde que Julie podía recordar, primero como ayudante de su padre y, luego, haciéndose cargo de la casa, Luscombe era un magnífico cocinero. Estoy muerta de hambre dijo Julie. Más tarde, ésta fue a casa de los Thompson a enseñárselo a Freddie mientras Julie sacaba a Blotto a dar un paseo. Luscombe iba a visitar a su hermana casada los domingos por la tarde, de manera que Julie se encargó de preparar la cena, llenó el friegaplatos, planchó algunas cosas, se aseguró de que Esme tuviera todo listo para ir al colegio a la mañana siguiente, charló un rato con su madre y luego se fue a la cama.

Aunque no le cayera bien al doctor van der Driesma, las cosas podrían funcionar si hacía lo que le decía y mantenía la lengua sujeta. Julie fue puntual, como siempre, pero cuando llegó, el doctor ya estaba allí, sentado a su escritorio, con las gafas de leer apoyadas sobre su nariz de patricio, examinando unos informes. Buenos días, señor dijo Julie, y esperó. El doctor alzó la mirada.

Julie fue a la planta de las mujeres y encontró a la enfermera jefe en su oficina. La enfermera jefe era una mujer pequeña y delicada a la que nunca le faltaban citas con algunos de los médicos del hospital. Estaba tomando un té y le hizo una seña a Julie para que se sentara. Me encantaría, pero no me atrevo dijo Julie.

El doctor van der Driesma quiere los informes de sus pacientes para poder echarles un vistazo antes de hacer la ronda. Es bastante distinto al doctor Smythe, ¿no? preguntó la enfermera, recogiendo unas carpetas de su escritorio. No lo sé, pero puede que tengas razón Julie tomó las carpetas. Pediré tu cabeza si no lo haces dijo la enfermera.

Es la primera ronda del doctor Driesma y tiene que ser perfecta. Julie volvió al despacho y dejó las carpetas sobre el escritorio del doctor. Poco antes de las diez volvió a acercarse al escritorio del doctor. El doctor estaba anotando algo a lápiz en el margen del informe que estaba leyendo.


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