Necesitaba una novia… ¡y rápido!
Con su aspecto y su talento para defender la ley, Elias Donovan estaba seguro de convertirse en socio del bufete de abogados en el que trabajaba, pero resultó que, según su jefe, le faltaba un detalle esencial: una esposa. Asà que hizo lo que habrÃa hecho cualquiera, afirmó estar prometido… con su vecina, Sarah Madison.
La pragmática Sarah aceptó la propuesta de Elias sin tener en cuenta lo que le decÃa su corazón cada vez que estaban juntos. Pero a medida que la mentira se fue complicando, y llegaron al extremo de preparar la boda, Sarah se fue dando cuenta de que no podÃa seguir negando lo que sentÃa.
Resumen...
Se sentó, derecho como una vara, con su pelo negro como el azabache peinado a la perfección, y sus ojos verde oscuro fijos en los del socio mayoritario de la empresa, Leland Wagner. Leland era una de las pocas personas a las que le permitÃa utilizarlo. Elias sonaba demasiado suave, y Donovan era cualquier cosa menos eso. Efectivamente, tienes madera de socio, y nos damos cuenta de ello.
«¿Prometes?» A Donovan no le gustó eso de prometer, de modo que controló su expresión de disgusto para que no se le notara. Lo único que nos preocupa, Elias, es tu falta de equilibrio.
Wagner parecÃa sentir que debÃa ser como el padre de todo el bufete. El trabajo era en realidad su pasión, y Donovan la alimentaba constantemente. SentÃa que la relación que tenÃa con su profesión era mucho más directa que cualquier relación que hubiera tenido con ninguna mujer. Llevo toda mi vida de adulto en este negocio, más de cuatro décadas, y sé que no es suficiente.
Necesitas el equilibrio de una vida fuera del bufete y de los tribunales. Cuando veamos que te has dado cuenta de que en la vida hay mas cosas que tu profesión, entonces será el momento de hablar de hacerte socio de la empresa. Nunca habÃa salido con la misma mujer durante más de dos meses. Me casé con ella cuando salà del instituto y ha sido mi estabilidad durante todos estos años.
Nada más decirlo Donovan se quedó sorprendido de haber pronunciado siquiera esas palabras. ¿Una prometida? No estaba prometido. Y lo cierto era que si no querÃa estar casado, tampoco querÃa estar prometido. Donovan pensó con rapidez antes de contestar.
Leland entrecerró los ojos y estudió a Donovan. ¿Una prometida? Eso cambia totalmente las cosas. Estoy seguro de que todos querrán conocer a la mujer que finalmente ha derretido al «hombre de hielo». Eres un hombre reservado, Elias.
Pero Wagner, McDuffy y Chambers es una gran familia. Y si esa chica se va a casar contigo, será también parte de la familia. Leland se puso de pie. Donovan hizo lo mismo y le tendió la mano.
Donovan salió del despacho deprimido. Sarah Jane Madison aspiró hondo. TenÃa unos risueños ojos azules y una risa contagiosa. Al menos, al mejor de los solteros aquà en Wagner, McDuffy y Chambers.
Sarah se echó a reÃr. Y qué ojos verdes. Sube las escaleras hasta el primer piso y su despacho es la primera puerta a la derecha. Sarah empezó a subir por la escalera de mármol.
Wagner, McDuffy y Chambers tenÃa un edificio precioso, aunque, pensándolo bien, no le irÃa mal una renovación. Y algunos de los muebles desentonaban con la majestuosa elegancia del edificio. No habÃa ido a decorar el edificio, sino a pedir asesoramiento legal. Al llegar a la puerta del despacho de Donovan, llamó con los nudillos.
Se quedó allà mirando a su alrededor hasta que Donovan se aclaró la voz. Sarah salió de su ensimismamiento y empezó a moverse nerviosamente al verse delante del abogado. Leland piensa que es muy importante ser parte de la comunidad. No ha venido aquà a hablar del papel de Wagner, McDuffy y Chambers en la comunidad, y si hubiera sido un dÃa normal yo tampoco estarÃa hablando de esto.
Sarah miró a su alrededor y se sentó. Decoré sus oficinas, toda la planta, fue un trabajo extenso, pero aún me debe bastante dinero. Soy dueña de un pequeño negocio, Donovan. Contaba con ese dinero y, francamente, la cosa se está poniendo difÃcil.
Cuando compré el edificio me gasté la mayor parte de mis ahorros, y los gastos iniciales se llevaron el resto. Donovan miró a su vecina mientras ella continuaba hablando de dinero. Sarah Madison era una mujer atractiva. El color de sus ojos no importaba.
Se habÃa pasado todo el dÃa en su despacho, preguntándose de dónde sacarÃa una prometida. Entonces Sarah Madison lo habÃa llamado para que la recibiera, y después de hablar con ella se le habÃa ocurrido que tenÃa a la prometida que necesitaba al alcance de la mano. Al entrar en el local, la campanilla de la puerta y las cajas que habÃa en el suelo fueron la única indicación de que alguien estaba utilizándolo. Entonces le habÃa dado la mano y le habÃa dicho que era Sarah Madison.
Sarah le habÃa indicado una caja para que se sentara, como si no se hubiera dado cuenta de que el apretón de manos que Donovan le habÃa dado habÃa sido demasiado rápido. Esa mujer tenÃa algo que le ponÃa nervioso. Entonces habÃa echado a correr desde el local hasta su edificio, y se habÃa empapado en el trayecto. Sarah Madison tenÃa un rostro expresivo, en el que estuvo seguro se reflejarÃan todas sus emociones.
Sarah continuó. Al menos le habÃa dado lo mismo hasta ese momento en el que Sarah habÃa empezado a carraspear y a atragantarse con el comentario. Sarah olvidó su metedura de pata y sonrió. Quiero decir, este es un edificio tan antiguo, tan bonito, y sin embargo el mostrador de recepción parece como si hubiera salido de un puesto de venta ambulante.
No tiene nada que ver con el ambiente del edificio, y como es lo primero que ven los clientes al entrar, deberÃa ser una afirmación del estilo general. Sarah se dio cuenta de que estaba divagando otra vez. Donovan la observó mientras esta intentaba digerir la crÃptica afirmación. Dudaba mucho que ella se hubiera dado cuenta de ese detalle, que por otra parte era algo que no reconocerÃa delante de nadie, y menos de Sarah, pero era cierto.
Después de todo, no todos los dÃas le pedÃa a una mujer que fuera su prometida, aunque solo fuera por un dÃa. Donovan colocó las manos sobre la mesa y se inclinó hacia delante. Sarah se llevó la mano al corazón. El gesto podrÃa haberle parecido tierno, pero Donovan no era de esa clase de hombres, de modo que se limitó a darle las gracias.
Proporciono a la empresa más casos y más dinero que ningún otro socio. Sé que si estuviera en otra empresa, ya serÃa uno de los socios. Vive en el siglo pasado y no cree que un hombre pueda estar completo y feliz a no ser que tenga una familia. Estabilidad.
Mi trabajo es lo primero, razón por la cual soy la primera fuente de ingresos de la empresa. Lo cierto era que nunca habÃa tenido claro por qué habÃa elegido Wagner, McDuffy y Chambers para trabajar. Lo que interesa es que Leland cree que necesito estabilidad en mi vida. Él acordó que tengo todo lo que hace falta para serlo, excepto una esposa.
Mi novia. Leland y su esposa van a dar una gran fiesta el fin de semana que viene para celebrar su cincuenta aniversario, y yo le dije que llevarÃa a mi novia. El único problema es que no tengo novia. No soy tu novia, pero quieres que finja serlo.
Quiero decir, podrÃamos estar prometidos, solo por una noche, y entonces no mentirÃa. Por primera vez en mucho tiempo, Donovan no estuvo seguro de qué decir para suavizar las cosas. Volveré a estar un poco justa, como siempre, pero no estaré en la situación desesperada que estoy ahora.
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